IGORs

miércoles, 18 de noviembre de 2009

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Primera entrada)


“Para quien pueda leer esto:

Bienvenidos al futuro, así, en dos días, hemos dado un salto de gigante, hemos pasado de llevar ruedines a pilotar un bólido en alta competición, o eso dicen los más famosos científicos de la robótica.

Hemos pasado de un robot que sube escaleras a un robot con forma humanoide que lo mismo te prepara un ragut de ternera, como que te recoge la casa o te cambia una rueda del coche. Y lo más importante, nadie sabe cómo.

Ni los altos jefes de estado, los más laureados científicos, ni ninguna compañía, excepto Thanos, sabe cómo funcionan o qué son.

Ahí entro yo, soy Denis, una reportera de exclusivas difíciles y reportajes en los suburbios, con una historia que me daría el Pulitzer y deseando que todo sea un montaje. Cómo puede el ser humano caer tantas veces en el mismo error.

No sé si hago esto para salvar al mundo de Ricard Thanos Tercero, fundador y cabeza del equipo científico de Thanos, me gustaría pensar que es así. Es verdad que al principio era una venganza personal y autodestructiva, pero sabiendo lo que sé ahora me habría involucrado de todas maneras.

Todo comenzó hará un año con el anuncio del último producto de industrias Thanos, el “Thanos III”, algo ególatra y pomposo, pero es normal en alguien con unas aspiraciones tan altas. Según el anuncio el androide no saldría al mercado hasta seis meses después, el veinte de diciembre de dos mil dieciocho, aunque la demanda y reserva de pedidos comenzó ese mismo día. Debido al precio de venta, que no superaba los cuarenta mil euros, las unidades previstas para el día de lanzamiento se agotaron en veinte días, para cuando llegaron las navidades habían abierto dos complejos nuevos de ensamblaje y aun así no lo recibías hasta quince días después, jamás he llegado a ver ninguno en las tiendas.

Desde esas navidades se convirtieron en el símbolo definitivo del confort y la calidad de vida, si es que el jodido robot te hace hasta la compra. En un principio, también se consideraba como un indicativo de que pertenecías a la clase alta pero al mes de su lanzamiento sacaron la cláusula 13021, por la que el comprador se comprometía voluntariamente a donar su cuerpo, a los laboratorios del señor Ricard en el momento de su fallecimiento para fines científico. Los que se adscribían a dicha cláusula recibían a cambio un descuento del cincuenta por ciento del coste de la unidad. El mundo amaba a los “Thanos III”, de repente se habían convertido en algo como la televisión y los coches, los veías por todas partes y todo el mundo con quien hablabas tenía uno, aunque sólo lo tuviera reservado, pero tenía uno.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Segunda entrada)


Fue entonces, hará unos cinco meses, cuando mi madre adquirió uno, obviamente subscribiéndose a la cláusula 13021. Ella alegó que era para no depender tanto de nosotros, pero a mí me erizaba los pelos el mero hecho de imaginármela sola con el robot, así que le insistí para que se retractara de ello. A pesar de la oposición del resto de la familia, ella me hizo caso e intentó dar marcha atrás, pero la compañía se negó. A los quince días murió por un supuesto ataque al corazón, no sé qué hizo ese engendro, pero mi madre no había tenido ninguno anteriormente y, salvo por su cojera, gozaba de buena salud.

Para cuando llegué a casa de mi madre, la compañía ya se había llevado el cuerpo a la par que el robot, la letra pequeña del contrato indicaba que la mercancía sería reciclada a la muerte del propietario.

El robot se lo podía haber envuelto yo misma, pero no dejarnos ni siquiera velar a mi madre, eso fue ir demasiado lejos, hundir la compañía Thanos pasó a ser mi única prioridad.

Para esa fecha todos conocían el nombre de Ricard Thanos, pero al comenzar mis investigaciones descubrí que nadie había visto al señor Ricard en ningún sitio, ni prensa ni televisión, lo que era algo tremendamente sospechoso.

Comencé la investigación más exhaustiva que pude realizar con mis medios, llamé a todas las puertas que podrían tener información sobre Ricard y su empresa, acosé a todo aquel que podía estar relacionado con él. Con el tiempo todos a mi alrededor me tacharon de estar obsesionada con el tema, poco a poco me quedé sin gente a la que recurrir y encima toda la información que había logrado recopilar no era más que un montón de trivialidades, sin ningún hilo del que tirar y seguir con la investigación. Por suerte, para ese entonces había armado tanto revuelo que otra compañía se fijó en mí y me reclutó, ese fue el comienzo de la verdadera investigación.

Contactaron conmigo hará unos dos meses y medio, yo ya me había resignado a vivir con la sensación de impotencia para toda la vida y estaba de vacaciones en Grecia tratando de distanciarme y encauzar mi futuro, cuando una noche Lázaro apareció.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Tercera entrada)


No sé quién será, si se llamará así o usará un alias, pero encendió una luz en mi momento más oscuro y siempre le estaré agradecida. Según la carta que me dejó en la habitación, pertenecía a una organización que se fundó hace décadas para evitar grandes desastres en el mundo.

En la carta se me advertía de extraños sucesos que apuntaban hacia la existencia de algún tipo de complot por parte del señor Ricard. Por lo visto, todos los robots que se habían vendido en todo el mundo provenían de cuatro de los cinco complejos industriales creados y diseñados para la construcción de los “Thanos III”.

Las cinco fábricas funcionaban al cien por cien, todas tenían el mismo número de empleados, consumían cantidades similares de energía, piezas y suministros de todo tipo, pero sólo cuatro de ellas vendían su producto al mundo.

El complejo situado en el norte de África, el primero en crearse, cuna del imperio de Ricard, permanecía en unas supuestas reparaciones constantes, alegaban que estaban siendo constantemente saboteados.

En la carta se hablaba también de un dato del que ya me había dado cuenta, aunque no supiera donde encajarlo, las defunciones por causas naturales habían aumentado en el último medio año un treinta por ciento, siendo una gran cantidad de ellas acaecidas a personas subscritas a la cláusula 13021.

Estos y otros datos me llevaron a ir sola a la habitación de otro motel, como me indicaban al final de la carta. Allí, tras media hora pensando que alguien se estaba riendo de mí, recibí una llamada de Lázaro.

En la conversación me remitió a un código postal en el que podía recoger un pen drive con datos que corroboraban los informes que me habían adelantado, además de información que todavía desconocía.

Cuando abrí el sobre una breve carta cayó al suelo, en ella se me instaba a no enchufar el pen drive, ni realizar investigaciones en ningún ordenador conectado a internet. Habían podido confirmar que el señor Ricard había creado en los últimos años estrechos lazos entre su compañía y las grandes empresas de desarrollo de sistemas informáticos. De repente, parecía haberme convertido en una especie de Matahari.

Tras analizar los datos e intercambiar varias cartas con Lázaro descubrí por fin el porqué de que me eligieran, necesitaban a alguien interesado personalmente en desenmascarar a la compañía Thanos. Además, que esa persona estuviera preparada para adoptar otra identidad, siendo creíble y sabiendo moverse para recabar información. Por último, necesitaban que fuera alguien con contactos dentro de los medios de comunicación, pero no tan conocida como para que la reconozcan. En definitiva, me buscaban a mí.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Cuarta entrada)


En el primer mes y medio me prepararon documentación falsa para que me infiltrara en la fábrica situada en el norte de África, como trabajadora de mantenimiento, era la tapadera más útil debido a las grandes instalaciones de ventilación que recorrían el complejo. Durante esas siete semanas no estuve mano sobre mano, aprendí de memoria mi nueva vida, me entrenaron para solventar los problemas más típicos dentro del mundo del mantenimiento, no es que saliera siendo una entendida en la materia, pero con los conocimientos que adquirí y un manual inacabable que me instalaron en la pda debería bastarme para no levantar sospechas.

Hace poco menos de un mes comenzó la parte más difícil, la hora de trabajar en terreno enemigo, estaba sola, así que me hice amiga de todo el mundo, no esperaba encontrar alguien en quien confiar, sólo supuse que así levantaría menos sospechas.

Desde el primer día pude comprobar que la vida dentro de las instalaciones estaba dividida en dos, por un lado estábamos los eventuales, personal no interno que podía entrar y salir del complejo, pero que tenía acceso sólo a un tercio del centro. Por otro lado, estaban los internos, este tipo de personal tenía acceso al resto de instalaciones, vivían en barracones distintos y no parecían tener permitido el contacto más allá del saludo con los eventuales.

No puedo negar que al principio fue duro, para poder moverme con soltura por las instalaciones primero tenía que familiarizarme con ellas aprovechando mis labores de mantenimiento, las cuales me dejaban bastante poco tiempo. Poco a poco fui cogiendo soltura y dispuse de tiempo para recorrer a fondo todos los pasillos y salas a las que tenía acceso. Esto me llevó poco tiempo, ya que la parte del complejo a la que tenía acceso eran almacenes, muelles de recepción de materiales, cocinas y diversas salas en las que poco podría averiguar acerca de los robots o del propio Ricard. De las instalaciones principales, los eventuales sólo teníamos acceso a las salas de montaje del exoesqueleto, la parte externa del robot. Lógicamente, los entresijos del interior del “Thanos III” estaban restringidos a la plantilla interna de la compañía. Dos semanas después, estaba preparada para dar el siguiente paso, introducirme en los sistemas de ventilación y comprobar hasta dónde podía llegar.

Lázaro se había encargado de que trabajara en el turno de noche para que mis posibles ausencias pasaran más desapercibidas, con lo que al término de mis labores cotidianas me dirigí a las cocinas, era el sitio que tenía menos cámaras de vigilancia, coloqué mi escalera portátil y me colé en los conductos. Tras varios días revisándolos, pude comprobar, como era de esperar, que disponían de compuertas que sellaban el acceso al resto del complejo. Necesitaría algo de ayuda externa.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Quinta entrada)


No sabía hasta qué punto controlaban a los trabajadores, así que tras realizar varias comprobaciones descubrí que no sólo inspeccionaban mi taquilla, sino que mantenían un control diario de las habitaciones del personal, eso limitaba las opciones. Si quería esconder alguna herramienta que me facilitara la apertura de las puertas, tenía que ser algo pequeño que pudiera llevar encima en todo momento. Además, inspeccionaban minuciosamente a todos los que salían y entraban al complejo, lo que implicaba que no podía meter o sacar nada directamente.

El personal externo disponía de los domingos para ocio personal, bien en las salas de esparcimiento del complejo, bien fuera de él. El domingo pasado salí al mundo exterior para poder contactar con Lázaro. Les describí la cerradura y me informaron de que el miércoles llegaría al andén de carga número dos un camión con problemas en la transmisión. Dentro de la caja de cambios de ese vehículo, encontraría lo necesario para burlar la seguridad de las compuertas.

Llego el día y recogí el paquete, ocupaba lo que una cajetilla de tabaco y llevaba un pequeño manual sujeto con cinta aislante. Terminé mis labores diarias, me dirigí nuevamente a las cocinas y me introduje en los conductos, una vez allí desenvolví el paquete y leí las instrucciones. El sistema era sencillo, una tarjeta tipo crédito y una cajita plana de metal que supuestamente anulaba el sistema de aviso de apertura de puerta y debería hacer pasar desapercibida mi intromisión en las zonas restringidas.

Me dirigí a la compuerta más cercana, utilicé la tarjeta y accedí al siguiente conducto, me acerqué a la primera rejilla de ventilación que encontré y pude comprobar que me hallaba en un pasillo que no conocía. Una vez comprobada la utilidad de la tarjeta salí, me la guardé en el bolsillo interior del mono de trabajo y me dispuse a pasar un par de días sin salirme de mis rutinas, para asegurarme de que no se había detectado mi intromisión.

En estos últimos tres días no ha saltado ninguna alarma ni se han intensificado los registros a las habitaciones, lo que me hace suponer que el dispositivo funciona. Hoy es domingo, he salido de las instalaciones para poder anotar esto y enviármelo a mi domicilio real. Escribo estas hojas a mano para que se pueda atestiguar que realmente son mías. Mañana comenzaré la verdadera investigación, no sé lo que ocurrirá si me descubren, pero no creo que se contenten con expulsarme de las instalaciones, aquí está ocurriendo algo muy gordo.

Hasta ahora lo único que he podido comprobar es que la fábrica de exoesqueletos mecánicos para los robots funciona a pleno rendimiento, además, a pesar de haberse informado de sabotajes en las zonas restringidas, siguen consumiendo la misma energía y demandan las mismas cantidades de componentes que las demás fábricas. Lo que no he visto todavía es ningún robot terminado, ¿qué estarán haciendo con ellos?”


Firmo las hojas, cada una de ellas, puede que si alguien lo lee me tache de estar obsesionada, pero cada día que paso aquí dentro, estoy más convencida de que mi vida pronto estará en verdadero peligro, y probablemente la de todo el mundo, mañana sabré más.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Sexta entrada)


LUNES

Estados Unidos, Las Vegas, Mark & David, 29 y 27 años.

Mark nunca ha sido un chaval muy normal, trabaja como Hacker informático, se dedica a robar información en la red de los sitios más protegidos, vender ese material siempre fue fácil. Es el típico genio absorbido por los libros, por supuesto que en su interior sabe que no puede culpar a sus padres de ello, sólo querían que fuese alguien importante, que las horas de estudio y las clases particulares no le dejaran tiempo para ser un niño era algo secundario para su futuro, o así lo creían ellos. Jamás ha tenido una relación normal con ninguna chica, en realidad descontando su colección de muñecas hinchables nunca ha tenido una relación.

David es el típico homosexual reprimido enamorado de su mejor amigo, jamás se lo dirá, porque en el fondo sabe lo que responderá y no está preparado para eso, Mark es lo único bonito de su vida, o así lo ve él.

La aparición de los “Thanos III” supuso una pequeña puerta hacia la felicidad de Mark, por mucho que se lo imagine las muñecas hinchables no le hablan, no le tocan, parecen odiarle igual que las de carne y hueso. Su nueva chica llega hoy.

-Ding dong- suena la puerta, ya se estaban retrasando.

-Ya voy yo Mark- David le ayudara con su nuevo experimento, pero una vez terminado no lo tocará. Es un buen amigo, siempre está dispuesto a echarle una mano.

-Industrias Thanos, traemos un pedido a nombre del señor Andrews- es el apellido de soltera de la madre de Mark, al separarse se lo cambio a él también.


Australia, Melbourne, Agnes, 80 años.

Agnes lleva sola quince años, ocupándose de mantener el caserón que le dejó su difunto marido, en él iban a tener muchos hijos de los que se encargaría ella. Las mascotas que le fue regalando su marido le hicieron compañía, pero no llenaron el hueco de los niños, además, el hecho de vivir en un barrio controlado por las bandas no la motivó nunca a salir y relacionarse con los vecinos.

Su familia la repudió al casarse con alguien como su marido, la desheredaron y no volvieron a tener contacto con ella, para Agnes es como si nunca hubieran existido. Está tan sola… además está la casa, pronto no podrá ocuparse de ella, no como es debido, pero sobre todo es esa soledad total. Cuando estaba su marido, se sentía acompañada, aunque no coincidieran más que para el desayuno, momento en el que su santo marido leía el periódico y no se le podía molestar, y en la cena, momento el que su bien amado esposo veía las noticias y necesitaba silencio para escucharlas.

-Ding dong- suena la puerta, ya pensaba que seguiría toda la vida sola.

-¿Quién es?

-Industrias Thanos, traemos un pedido a nombre de la señora Smith- era su apellido de casada, aunque viuda, seguía manteniéndolo por respeto a su difunto marido.


España, Madrid, Jacobo, 13 años.

Jacobo es un niño muy sociable, tiene muchos amigos, hoy está en casa porque su abuelo ha ido a visitarles. Desde pequeño le ha querido mucho, a su abuela también, pero cuando llegan a casa, su madre y su abuela se tiran todo el rato hablando de cosas que a él no le interesan, así que nunca ha hecho muchas cosas con ella.

Su abuelo es diferente, le enseñó a jugar a las cartas, a las damas y a tantos juegos. Solía llegar y poner los deportes en su radio de mano y luego jugaban durante toda la tarde, a Jacobo le gustan los deportes, pero sobre todo cuando los escucha con su abuelo.

Esa tarde su abuelo no puso la radio al llegar a casa y su nieto le preguntó por ella, no funcionaba. Jacobo la cogió y se la llevó al trastero, él era un manitas, ya le había arreglado el dvd a un amigo y la consola a otro, al cabo de una hora el niño bajó sonriente, encendió la radio y funcionaba, su abuelo le dio las gracias y un gran abrazo, luego comenzaron una partida de ajedrez.

-Ding dong- suena la puerta, el pedido llegaba con retraso.

-¿Sí?

-Industrias Thanos, traemos un pedido a nombre de la señora Martínez- la madre de Jacobo no tiene tiempo para las tareas del hogar, trabaja todo el día y el padre de Jacobo se fue antes de enterarse de su paternidad. Últimamente se le venía la casa encima.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Séptima entrada)


LUNES

África, desierto del Sahara, instalaciones Thanos, Denis, 35 años.

Me despierto a las siete de la tarde, completamente fresca para el turno de noche. Desayuno, como digo yo, y me dirijo a mi taquilla, cojo las herramientas y comienzo con mi rutina lo más rápido que puedo, a la una de la noche aproximadamente me dirijo nuevamente a la cocina.

Cuando salí el domingo contacté con Lázaro, por lo visto hay unos muelles de entrada de mercancías en la zona norte, no paran de llegar camiones frigoríficos todos los días y está muy lejos de las cocinas. Menos mal que me oriento bastante bien, sino jamás llegaría.

Paso más de media hora recorriendo los túneles medio a oscuras con una linterna, por suerte no vuelvo a encontrarme ninguna puerta de seguridad. Al final acabo llegando al almacén anexo a los muelles, el reparto solía hacerse por la mañana, con lo que la zona está completamente abandonada. Hay cuatro cámaras, dos controlando las puertas de acceso al exterior y las otras dos, cada una enfocando a las dos únicas salidas. Me decanto por la que va hacia el este y continúo en esa dirección por los conductos, al poco encuentro una rejilla y me asomo enfocando con la linterna.

Es una sala de por lo menos quince metros de largo y unos diez de ancho, con todas las paredes recubiertas de pequeñas puertas de poco más de un metro cuadrado. Por la habitación habrá unas veinte camillas de esas de morgue, con grandes bolsas negras sobre ellas, una justo debajo de mí. Mi mente racional me dice que no, pero parecen contener cuerpos en su interior.

Tengo que asegurarme, compruebo la estancia y parece no tener ningún otro acceso, además de no haber ninguna cámara de seguridad, es mi noche de suerte.

Retiro la rejilla, la sala parece estar a unos diez grados, guardo la linterna en el bolsillo y me descuelgo sobre la camilla con cuidado. Bajo al suelo, saco la linterna y busco la cremallera, la agarro fuertemente con la mano derecha mientras ilumino la bolsa.

Abro lentamente, levanto la parte superior y desde el interior me miran unos ojos sin vida. No puedo evitar dar un paso brusco hacia atrás, chocando con algo a media altura en mi espalda, salto de lado y resbalo, caigo bruscamente al suelo y pierdo la linterna.

Me quedo quieta en el suelo con una luz a unos cinco metros apuntando a una pared, mis instintos me dicen que la recoja y que salga corriendo de ahí, el miedo me impide mover un solo músculo.

Contengo la respiración unos segundos y después, tras comprobar que nada parece moverse, comienzo a respirar lentamente y en silencio. Me calmo convenciéndome de que debió ser otra camilla. Entonces caigo en la cuenta, no es la bolsa, no son la veintena de camillas con bolsas, son las pequeñas puertas. ¿Cuántos muertos puede haber en esta habitación?

Recojo la linterna lo más rápido que puedo, localizo la rejilla y sin mirar a mi alrededor subo como una exhalación. Coloco la rejilla y la atornillo con un pulso más que dudoso, ¿de dónde han salido tantos cadáveres?, qué ingenua, la cláusula 13021.

La curiosidad me puede y al volver continúo hacia la sala opuesta del almacén, lo mismo, una habitación de idénticas medidas, con camillas y compuertas en las paredes.

Demasiadas emociones para un día, mañana intentaré descubrir qué hacen con ellos, pero por hoy regreso a las cocinas y termino mi jornada.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Octava entrada)


MARTES

Estados Unidos, Las Vegas, Mark & David, 29 y 27 años.

Mark ha pasado toda la mañana eligiendo un vestido y ropa interior de entre el vestuario de sus “novias”, probando todo tipo de combinaciones, al final la vistió de colegiala, con una peluca negra y larga, lucía igualita a “Mariko”, su primer amor platónico.

Al mediodía llega David, trae un par de pizzas, cervezas, un par de prótesis de silicona y una vagina postiza con efecto succión y vibración. Mark coge su pizza sin apenas gruñirle un saludo y la devora mientras inspecciona los artículos del sex shop. A David no le desagrada que le trate así, con que le necesite de vez en cuando es suficiente.

A la par que termina de investigar el material se engulle el último trozo, está ansioso de acoplar las piezas al puzle, pronto tendrá su propia mujer perfecta.

-David, termina la comida y ven a ayudarme con esto- se dio la vuelta y se dirigió hacia el “Thanos III”, su sirviente. Éste, por su parte, cerró la tapa de la pizza y le siguió de cerca, comer podía hacerlo en cualquier momento.


Australia, Melbourne, Agnes, 80 años.

Son las ocho de la tarde y Agnes lleva todo el día en su mecedora, frente al televisor, junto a su revistero especializado en prensa del corazón, su pequeño hobby.

El robot la ayudó a levantarse, vestirse y le preparó el desayuno, luego se dedicó a hacer las labores que ella hacia durante todo el día en apenas tres horas, preparó la comida y se quedó estático a su lado.

-Te voy a llamar Rupert- pensó en alto la dulce y aburrida abuelita. El robot no contestó.

Agnes se puso las gafas de leer, se acercó al pecho del robot y leyó:

-UD cinco, cuatro, siete, cero, cuatro

-¿Sí?, señora Smith- contestó una voz fría y metálica.

-A partir de ahora te llamarás Rupert y deja de llamarme señora Smith, llámame Agnes.

-Entendido señora Smith.

Agnes comprendió que sólo era un electrodoméstico más, un aparato que le quitaba el único sentido a sus días, mantener su casa perfecta para cualquier posible visita. Mañana sin falta lo devolvería.


España, Madrid, Jacobo, 13 años.

Cuando Jacobo llegó a casa, Hervi, así había bautizado al robot que compró su madre, ya tenía preparada la comida, estaba realmente deliciosa, sobre todo la mousse de chocolate.

Su madre lo había programado para que le obedeciera también a él ya que pasaba todo el día trabajando, de esa manera si Jacobo necesitaba algo, el robot podría ayudarlo. Aprovechándose de eso, el niño lo tuvo jugando con el toda la tarde. Cuando a las nueve llegó su madre, se encontró la casa más revuelta que nunca y la cena sin hacer, llegaba molida y tenía el doble de trabajo por delante.

-¡Jacobo!, ¿qué has estado haciendo?

-Sólo jugaba- contestó el niño con un leve hilo de voz, se sentía realmente mal.

-Que sea la última vez que usas al robot para jugar, ya eres lo suficientemente mayor para saber lo que haces. Vendrás derecho a casa toda la semana y te quedarás estudiando hasta que llegue, y este fin de semana no iras al río con tus amigos. Estás castigado.

Su madre y Hervi se pasaron varias horas recogiendo y haciendo la cena, por más que el niño quiso ayudar a su madre, cansada como estaba, le indicó que se quedara quietecito en el salón y estudiara. Cuando estuvo la cena preparada, cenaron y la madre lo mandó directo a la cama, todavía tenía muchas cosas por recoger y mañana se levantaba muy temprano.

Jacobo pasó la noche angustiado por el enfado de su madre, no paraba de pensar que tenía que hacer algo para que su madre volviera a quererlo.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Novena entrada)


MARTES

África, desierto del Sahara, instalaciones Thanos, Denis, 35 años.

Apenas he podido dormir con la visita a la morgue de la pasada noche. A eso de las cinco, decido dejar de tener sueños cortos y angustiosos y me levanto, me aseo y me dirijo al gimnasio de las instalaciones. Tras una hora machacándome y media en el spa, me siento bastante mejor, pero no me quedaré tranquila hasta que descubra qué hicieron con mi madre.

Al igual que el día anterior me dirijo a las cocinas hacia la una de la madrugada, voy directa al almacén y comienzo a peinar la zona. Alrededor sólo hay pequeños laboratorios con muchas probetas y líquidos extraños, pero no hay ni rastro de los cuerpos fuera de la morgue.

Comienzo a alejarme más del almacén y entonces los encuentro. Sabía que tenían que estar en alguna parte, pero al verlos tras la rejilla, la visión me sobrecoge. Ante mí tengo una sala de dimensiones difíciles de calcular, completamente diáfana salvo por los miles de robots que permanecen quietos, alineados como un ejército. No puedo evitar pensar que esto es lo que debió sentir el que descubrió los “Guerreros de Siam”.

Pienso en bajar, verlos de cerca, abrir uno y poder ver cómo son por dentro, pero desisto al ver las diversas cámaras que controlan la sala, sería un suicidio. Sacudo la cabeza y continúo por el pasillo mientras digiero lo que acabo de ver.

Cuando estoy a punto de dejar la búsqueda de los cadáveres, descubro algo que me puede ser muy útil, una sala pequeña con muchos monitores y un hombre con bata frente a un teclado, parece bastante adormilado. Posiblemente a través de los monitores pueda ver más rápidamente lo que hacen en estas instalaciones, lo difícil será bajar, ya que desde aquí arriba no se ve nada.

Decido esperar, por un día que desaparezca más tiempo no creo que me descubran, a la media hora el doctor coge su taza de café y la observa vacía, se levanta y sale de la sala. No sé cuánto tardará, pero es ahora o nunca.

Esta vez vengo preparada, uniendo grandes cantidades de cable, he fabricado una pequeña cuerda de unos seis metros, lo que me permite descolgarme dentro de la sala y poder volver a subir luego.

Una vez abajo observo los monitores sin dar crédito a lo que veo, en todos los monitores se ven salas o pasillos tan sólo iluminados por luces amarillas tenues, seguramente luces de emergencia, los muebles y utensilios están por los suelos y al igual que las paredes están manchados de algo oscuro. Entonces me fijo en ellos, por dios, son seres humanos, o eso parecen, apenas los veo con claridad, sus movimientos son lentos y erráticos, cuando me fijo mejor a algunos parecen faltarles miembros y están cubiertos de… sangre, no podría asegurarlo cien por cien pero seguro que, al igual que las otras manchas, son de sangre.

Me giro y casi vomito en la papelera, menos mal que me contengo, habría sido mi ruina, que han hecho con esa gente, siguen vivos, ¿por qué no los rematan y dejan de hacerles sufrir? Tengo que saber más.

Cojo el teclado que hay sobre la mesa y observo que frente a él a ras de mesa hay un pequeño monitor con unos informes abiertos, comienzo a ojearlos, parecen informes de seguimiento, los están estudiando, esto es aberrante.

Minimizo el archivo y comienzo a revisar otros que voy encontrando, por lo visto las imágenes no son de este laboratorio, por lo visto existe otro anterior a este. Bueno, por lo que acabo de encontrar existía, fue sellado hará unos doce años por una epidemia muy virulenta que se extendió por todo el complejo. Lo más sorprendente es que una vez sellado no lo limpiaron, en su lugar todavía hoy observan como siguen vivos sin hacer nada por ellos.

Me gustaría trastear más, pero creo que tengo suficiente, descubro el emplazamiento en Alaska y me apunto las coordenadas, se las pasaré a Lázaro por si ellos pueden hacer algo por esa pobre gente. Borro los archivos temporales de acceso a los archivos para que no sospechen y vuelvo a trepar por la cuerda, pongo la rejilla y la atornillo a tiempo para ver como vuelve el operario, se sienta y sigue dando cabezadas.

Recorro los túneles de vuelta y termino mi jornada, no creo que hoy duerma mejor, como siga así terminaré volviéndome loca. Debería volver, con lo que he visto tengo de sobra para que el gobierno abra una investigación, pero estoy segura, no he rascado más que la superficie. Además, todavía no sé para qué quieren tantos cadáveres. Definitivamente mañana volveré a los túneles.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Décima entrada)


MIÉRCOLES

Estados Unidos, Las Vegas, Mark & David, 29 y 27.

La noche ha sido realmente agotadora para ellos, sólo a las 7 de la mañana pudieron dar por terminadas las labores de tuneo de la “señorita Mariko”. Añadiendo relleno aquí y allí consiguieron acolcharla lo suficiente como para que no pareciera una tostadora, soldaron los implantes y remataron los bordes con masilla para suavizarlos. Cuando terminaron el montaje, David cogió el aerógrafo y tras dos horas quedó realmente decente. Mark la vistió y le colocó la peluca.

-Te ves radiante Mariko- comentó David para integrarse en el momento.

-Qué sabrás tú- le cortó Mark-, todavía es una como las demás de mi colección, todavía no me desea.

-Pero es un robot, no puede sentir lo que yo… lo que un ser humano puede sentir por otro.

-Como robot que es sólo necesito acceder a los controles de comportamiento y después comerá de mi mano movida por su deseo de agradarme.

- ¿Y cómo lo harás?

-El panel central debería estar en la cabeza- retiró la peluca y observó que el casco constaba de dos piezas a los lados y de una placa que, soldada a las anteriores, cubría la parte frontal. -Tú ve a por mi portátil, lo tengo en la habitación.

-¿Tú que vas a hacer?

-Simple, usaré una palanca para arrancar la placa frontal, luego volveré a soldarla.


Australia, Melbourne, Agnes, 80 años.

A primera hora del día le ha ordenado a Rupert que se quede quieto en el salón, tenía muchas esperanzas en que le hiciera compañía, pero es un robot, verle únicamente le recuerda lo sola que está. Ha llamado a la compañía y ha pedido la retirada del robot, se han negado rotundamente, no se admiten devoluciones. Mañana lo llevará a un orfanato que conoce, seguro que allí es más útil.

Pasa el día disfrutando de sus labores cotidianas, que le hacen olvidar su vacía vida, parando sólo para comer y a media tarde para pedir cita en el médico, necesita hablar con alguien y siempre hay gente dispuesta a una buena charla en la sala de espera. Además, así le pide recetas que en unos días le harán falta.

Dan las nueve y se sienta a cenar ante el televisor, cansada pero realizada. La cena le sabe a gloria sabiendo que ha sido un día muy provechoso, cuando llaman a la puerta.

Agnes se siente pletórica, encima tiene visita, el corazón le late raudo, se para, respira profundamente y se coloca un chal. Luego va a la puerta y la abre de par en par.

Tres veinteañeros, de vete tú a saber qué banda, la empujan al suelo mientras entran y cierran la puerta. Uno la lleva a empujones al salón y la ata a la mecedora, mientras otro comienza a desconectar todos los aparatos electrónicos y comienza a apilarlos en el recibidor. El tercero se sitúa ante ella y la mira tratando de aparentar más agallas de las que tiene.

-Dinos… donde están las joyas… y el dinero, vieja senil.

Eso es lo último que le faltaba, no iba a permitir que tres adolescentes malcriados le destrozaran la casa, qué diría la gente.

-Rupert, echa a estos chavales.

El robot se activa automáticamente, coge por la espalda al que estaba de pie frente a Agnes y lo lanza por la ventana, haciéndola añicos. El que había atado a la anciana coge el bate que llevaba y se lanza sobre el robot, éste detiene el bate al aire, tira de él y coge al chaval por el cuello, comenzando a apretar mientras lo arrastra hacia la salida, no llegará vivo.

-¡Para! – grita Agnes desesperada, el robot se queda completamente quieto.

En ese momento llega el del recibidor acompañado del que salió por la ventana, tumban al robot de empujón de los dos, luego entre los tres se lían a batazos con él, sobre todo en la cabeza, el casco sale rodando por el suelo.


España, Madrid, Jacobo, 13 años.

Jacobo llega a mediodía, les ha dicho a sus amigos que esa semana estaría muy ocupado en casa, esta avergonzado por enfadar a su madre y ha preferido mentirles.

Entra en casa llamando a Hervi, pero éste no contesta, en el salón no hay rastro del robot, ni de la comida, se dirige a la cocina y encuentra al robot quieto ante el frigorífico abierto.

-Hervi, no deberías tener el frigorífico abierto- le sermonea mientras cierra la puerta.

-¿Hervi?- el robot sigue sin moverse y una luz roja brilla en la cabeza, sobre la visera, bajo una serie de letras y números sin sentido para él.

El niño registra al robot de arriba abajo buscando el botón de encendido sin ningún existo, luego revisa la casa observando que la mayoría de las tareas están sin hacer, por lo visto el robot llevaba horas parado, debía estar roto, su mamá se iba a enfadar mucho.

¿O no?, era la ocasión perfecta para recuperar la confianza de su madre, si lo reparaba seguro que su madre volvía a quererle, sólo tenía que abrir la visera bajo la luz roja y seguro que allí estaba el cable suelto.

Recordó haber visto un soldador en el trastero, y si eso no servía, ya se le ocurriría algo, tenía por lo menos cuatro horas antes de que volviera su madre. Seguro que cuando llegue y vea el robot arreglado le perdona.

NUEVOS INQUILINOS "Lo de dentro" (Undécima entrada)


MIÉRCOLES

África, desierto del Sahara, instalaciones Thanos, Denis, 35 años.

No he podido pegar ojo en todo el día, para dos veces que he conseguido dormirme he acabado siendo descubierta y trasladada al antiguo laboratorio, esos cuerpos demacrados, esas caras, esos ojos vacíos pidiéndome que les ayudara y rodeándome hasta asfixiarme. Del último sueño me desperté gritando al ver a mi madre entre ellos, pero eso es imposible, mi madre está muerta.

Son las seis y tras la última pesadilla se me han quitado las ganas de quedarme dormida, me voy al gimnasio a descargar algo de esta tensión y me doy un baño caliente para tratar de relajarme un poco. No sé si esta noche seré capaz de volver a esos túneles oscuros, de hecho cada vez tengo más ganas de salir corriendo de aquí.

Pero sé que me faltan todavía piezas importantes del puzle, no sé cuál es la conexión entre todas las partes y jamás podré estar tan cerca de poder descubrirlo. Salgo de la ducha, me seco y me prometo a mí misma que pronto tendré todo atado y podré salir y hundir esta pestilente compañía.

Me pongo la ropa de trabajo y me relajo en la sala de vídeo con un documental… ¿de cucarachas?, la gente hace documentales de todo hoy en día, anda, pues no dicen que son capaces de sobrevivir una semana sin cabeza, la naturaleza está loca.

Da la hora y empiezo la jornada, según pasan las horas, la tensión y el agobio van volviendo. Llega la una de la madrugada y me dirijo a las cocinas de nuevo, las manos me tiemblan al retirar la rejilla, subo y enciendo la luz.

Todas estas noches he podido notar un ruido lejano de maquinarias, parece provenir de la parte más alejada del complejo, la parte opuesta a la zona para temporales, alejada para que ninguna persona externa pueda colarse. No sé con qué más pueden sorprenderme, pero seguro que se superan.

Comienzo a recorrer los conductos en dirección al ruido continuo y constante, a la media hora me envuelve completamente y amortigua mis pisadas, así que decido acelerar el ritmo. Comienzo a ver a lo lejos algo de luz, debe provenir de alguna sala iluminada.

Me asomo a las ranuras y distingo lo que parece una sala de montaje, poco a poco mi vista se acostumbra a la luz y distingo una camilla con una bolsa negra abierta y vacía, enfoco al fondo y lo comprendo todo, o lo que se puede comprender en un caso como éste.

Efectivamente es una cadena de montaje, veo como unos operarios introducen un cadáver en la armadura, lo anclan a su interior y se retiran, el resto está sistematizado. Sigo al cadáver con la vista sin poder evitarlo, le acoplan la parte delantera y la sueldan. Continúa avanzando con la cabeza asomando por la parte superior de la carcasa de metal, se bambolea de lado a lado según se mueve y se para. Dos brazos mecánicos se adelantan y sujetan la cabeza recta mientras una jeringuilla enorme baja hasta hundirse más allá del cráneo, luego un sonido de émbolo y los brazos y la aguja se alejan.

La cabeza cae bamboleándose y se queda estática mirando al suelo. Apenas dos segundos después comienza a… ¿temblar?, no, se convulsiona… El muerto dentro de la armadura intenta moverse, luego la cabeza se levanta con los ojos completamente inundados en sangre, visualiza al operario más cercano y comienza a salivar y a lanzar mordiscos en su dirección, la armadura se tambalea, el muerto se retuerce dentro de ella.